miércoles, 12 de agosto de 2015

2015. No cambio más.

Pasaron muchas cosas, muchos años, mucha vida... ponele.
De repente te levantás una mañana y ves que tenés 23 años, te levantás temprano todos los días para ir a laburar y en diciembre te recibís. No sabés si te termina de cerrar la carrera que elegiste, pero te recibís. Vas a ser licenciada, te van a tirar cosas horribles y a tus papás les van a brillar los ojos de orgullo. Vas a ver que te rompiste el orto cinco años (aunque nunca saliste de media máquina o 3/4 de máquina teniendo en cuenta tus posibilidades), y el esfuerzo se ve reflejado ahí, en un par de abrazos y un papel que dice que no tenés que ir más a cursar. Para mí, es más que suficiente.
Cuántos altibajos emocionales pasaron en dos años, no? Muchos. Muchísimos. Salir de una relación de 4 años para zambullirte en otra puede parecer fácil, pero no lo es. De repente te ves encerrada, con un anillo en el anular derecho y planeando formar una familia al mediano plazo.
No, soy Antonela, no me hables de mediano plazo. Ni siquiera me hables de corto plazo, si es por mí viviría de improviso, pero tampoco me es muy útil. Controles, gritos, violencia verbal. Un día me agarró la loca y me fui para no volver. Y volvía, esporádicamente, pero no era para siempre. No lo fue, acá estoy, lejos, bien.
Después apareció un exprimidor disfrazado de 'amor y contención'. Ahora veo que me contiene más comprarme un par de jeans que me marquen el orto, o pagar la cuota de danzas y saber que voy a tener un cable a tierra el resto del mes.
Siempre me decían que tenía que pensar en mí. Jamás lo hice. Lo hago ahora, a la fuerza, porque me dejan sola y no hay nada más en que pensar. Quizás también sea útil, qué se yo.
Volví, a mi blog, con un expansor y un par de tatuajes. Con muchas experiencias vividas, gratas y no gratas, 'resistiendo golpes que me hicieron crecer'.
Cuando el exprimidor dio su sabio paso al costado (gracias universo), apareció.
Hablábamos después de esa vez que me subió a un mosh, y de haberlo visto un rato unos meses antes mientras comía una hamburguesa completa en un sucucho de Flores. La banda de nuestras vidas siempre nos dio un tema de conversación y un par de risas, supongo que reírse siempre es bueno.
Salimos, comimos, charlamos, más de lo mismo. Lo veía tan desde abajo que no sabía cómo mantenerme entera. Definitivamente, no pude mantenerme entera.
Volvimos a salir, esta vez con sus amigos, y ahí empezó todo. No puedo escuchar 3's & 7's de QOTSA sin pensar en él. La paradoja más graciosa es que dejé a mi ex saliendo de un recital de QOTSA. Después no pregunten por qué es una banda tan significativa en mi vida.
Pasó un mes y creo que ya estoy hasta los hombros, levantando la cabeza para ver si puedo seguir respirando un poco. No creo que dure mucho más así, me sonríe y me muero.
La parte 'importante' es que ya no se que hacer cuando me siento así. Cuando era adolescente era divertido y gracioso. Ahora me desconcentro, no coordino, me pongo fastidiosa. Más cuando pienso en todo lo que es, y en todo lo que soy. Tengo miedo de dejar relucir mi 'anormalidad' y hacerlo huir.
Por qué? Porque una persona normal no tiene cicatrices de haberse cortado toda la adolescencia con un filo de sacapuntas. Seamos honestos, no me hago la rara, un poquito me fallaba (me falla, ponele). Y después veo todo lo que construí y le puedo dar, y me calmo. Después pienso que estoy corriendo una maratón y me voy a dar la cara contra una puerta de vidrio. Mi vida siempre se trató de cebarme y darme la cara contra algo, más de lo mismo.
Así que tengo mil sensaciones encontradas (dije sensaciones, no dije sentimientos, bien). Y también tengo hambre. Y principalmente, tengo mucho trabajo para hacer y estoy acá vomitando mis miedos.
No cambio más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario