Martes, 1º de noviembre.
3 pm.
Lugar: Fucking curso, como todos los martes (si dios quiere, diría Su Gimenez)
Tengo frío, alergia, un poco de sueño. Hambre, bastante. Cambié la milanesa del comedor de la UNQ por un yogurt Ser con colchón de frutas que fingió haberme saciado y ahora le rezo a Palito Ortega para que lluevan panchos con papas fritas, o un matambre a la pizza, why not.
El dilema comenzó ayer cuando me pesé y vi que estoy 3 kg arriba de mi "peso ideal". Mido 1.61, soy un pitufo delineado que pesa 58 kg por no dejar de comer boludeces. Dicen que cuando subís de peso y comés mucho es porque estás feliz. A veces lo estoy, a veces la paranoia me juega una mala pasada, pero mis manos no se desprenden del tenedor y el cuchillo, o la bolsita de Tortitas black, o alguna que otra boludez que tenga ganas de comer. La pizza, la hamburguesa, el chocolate y demás cosas se apoderaron de mí a tal punto que me siento feliz cuando como algo rico.
Ok, siento como si estuviera haciendo una presentación para entrar a Cuestión de peso, quizás es porque quiero ir practicando para que no me tome desprevenida, ¿viste? Uno nunca sabe. La cuestión es que comí un estúpido yogurt de 119 calorías y ahora muero de hambre, ESE ES EL PUNTO. Cuando llegue a mi casa me como lo primero que encuentre si tengo un touch de tiempo antes de ir a laburar, me cago en mis tres kilos de más, en algún momento dejaré esta insulsa vida sedentaria y haré algo productivo, ahora dejame comer que me enferma y me pone odiosa tener hambre. La verdad que no entiendo como antes aguantaba, ahora masticaría una pared.
En una hora y veinte minutos corro hacia mi casa, sí, CORRO -jeje(?)-, no more comments.
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