sábado, 19 de mayo de 2012

Lago en el cielo.

Me desperté una fría mañana de otoño, miré mis frías manos, casi moradas. Rocé mis yemas con la palma y sentí una electricidad que me recorrió todo el cuerpo. No quería tiritar, el frío es una de esas cosas que quiero ocultar como si me diera vergüenza. Salí y el viento me dio en la cara, el colectivo tardó mucho, como siempre, es costumbre. Por la ventanilla aprecié un paisaje conocido, familiar, usual. Pensé, reflexioné y hasta me enojé conmigo misma por ejercer tantos cambios juntos sin consultármelos. Observé los rostros desconocidos, uno detrás de otro y ninguno me pareció bello, ni siquiera interesante. Finalmente me pregunté qué me sucedía... y eso se respondió solo, la única razón era su sonrisa, su abrazo y su alegría. No necesitaba nada más.

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